Arte de Angeles Crovetto en la cúpula del Resto Bar y espacio cultural Los Octubres |
El 26 de julio de 1822, las dos figuras más importantes de la liberación de América del Sur se reunieron en Guayaquil. Allí, los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar acordaron la estrategia político militar para la liberación definitiva de Latinoamérica, que se consolidó en la batalla de Ayacucho, con la desaparición del último virreinato español que seguía en pie. Se iniciaba el camino de la Patria Grande.
“El corazón se llena de ternura al pensar en esos gigantes fundadores. Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad. Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales”, como dijera José Martí. El 26 de julio de 1890 se inició la Revolución del Parque que marcó un punto de quiebre en la historia argentina. Fue una insurrección cívico-militar dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros. La revolución fue derrotada por el gobierno, pero de todos modos llevó a la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman.
La Revolución del ‘90 marca con claridad el momento en el que comienza a emerger una sociedad civil urbana: la organización de la clase obrera en sindicatos, de partidos políticos modernos (Unión Cívica Radical, Unión Cívica Nacional, Partido Socialista, Liga del Sur), de las primeras cooperativas, organizaciones feministas, de revistas políticas opositoras. Fue el surgir del pueblo como sujeto político y social, exigiendo que se lo reconozca como protagonista de la vida política, social y cultural. Como consecuencia, en 1912, fue sancionada la Ley que estableció el sufragio secreto y universal para varones.
También un 26 de julio, en 1952, Evita entró en la inmortalidad. Durante dos semanas millones de argentinos y argentinas le rindieron homenaje y expresaron su amor a la abanderada de los humildes, pero no fue una despedida, muy por el contrario, Evita se erigió como patrimonio histórico y cultural de la humanidad, como símbolo universal de justicia social, de entrega a los pobres, de amor por el pueblo. Como ella misma definió: «Quiero terminar con una frase muy mía, que digo siempre a todos los descamisados de mi patria, pero no quiero que sea una frase más, sino que vean en ella el sentimiento de una mujer al servicio de los humildes y al servicio de todos los que sufren: “Prefiero ser Evita, antes de ser la esposa del Presidente, si ese Evita es dicho para calmar algún dolor en algún hogar de mi Patria”».
El Asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, fue parte de una acción armada realizada el 26 de julio de 1953 con el fin de derrocar al dictador Fulgencio Batista. El ataque fue realizado por un grupo de hombres y mujeres de la juventud del Partido Ortodoxo al mando del abogado Fidel Castro. Fidel les dirigió esta brevísima exhortación: “Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras,¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse
por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad”.
El movimiento se completó con el ataque al cuartel «Carlos Manuel de Céspedes », de Bayamo y fue rápidamente derrotado por las fuerzas militares de la dictadura. Durante el juicio a los atacantes, Fidel Castro se haría conocido en todo el país al autodefenderse poniendo en evidencia las torturas ejecutadas por el gobierno, con un alegato que se hizo conocido como La Historia me absolverá.
Fuente cada17.com
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