Declaración de la Comisión Provincial por la Memoria
Seis años de impunidad, seis años de lucha por la justicia.
Transcurridos seis años de la desaparición de Jorge Julio López la
investigación judicial no ha logrado establecer pistas firmes acerca de
lo que sucedió. Seguimos sin saber quiénes fueron los responsables.
Quiénes los instigadores. Y quiénes los que encubrieron o formaron parte
de un entramado de complicidades y torpezas que podrían explicar el
fracaso de la investigación.
¿Dónde está López? ¿Quiénes se lo llevaron? ¿Qué pasó con él?
Preguntas como estas resonaban en espacios reducidos de los grupos
resistentes a la dictadura, hasta que poco a poco fueron tomando estado
público. Eran otros tiempos, donde la palabra estaba cercenada, la calle
sitiada, la protesta prohibida, la justicia silenciada o cómplice. Sin
embargo, la fuerza de la demanda y luego, en tiempos de democracia, la
voluntad política de responderlas llevaron al esclarecimiento de la
verdad y también, en gran medida, a la sanción de los responsables.
Que la Justicia no haya logrado el esclarecimiento, o al menos un
avance significativo en la investigación, tiene graves implicancias y
constituye un enorme retroceso político e institucional. Es necesario
recoger las señales. En una sociedad que ha logrado avances tan
significativos en la sanción penal a los responsables de los delitos de
lesa humanidad, es inadmisible esta falta de respuestas. ¿Qué falta aún
por hacer? ¿Qué trama siniestra de poder une los hechos del pasado con
nuestro presente? ¿En qué medida los mecanismos que garantizaron antes
la impunidad siguen siendo eficaces para producir las impunidades de
hoy?
La desaparición forzada de Jorge Julio López en sus intencionalidades
se pueden leer en diversos sentidos, las principales a nuestro entender
se ligan a dañar la credibilidad de los juicios a los genocidas,
instalar la idea de la ingobernabilidad que producía llevarlos adelante,
y que la democracia ni el Estado podía proteger a las víctimas y
testigos. En los diversos poderes del estado sus acciones estuvieron
marcadas por el conflicto, entre las tendencias de avance y compromiso, y
las deserciones y complicidades.
A pesar de ello nuestro pueblo logró que los juicios siguieran
avanzando, entre ellos el Juicio del Circuito Camps donde aparece claro
el papel de la policía bonaerense como parte del terrorismo de Estado. A
pesar de su ausencia física, tampoco pudieron acallar su voz, pues allí
pudo estar de nuevo Julio López, dando testimonio, aportando prueba, a
través de su declaración fílmica, construyendo verdad y justicia.
El proceso abierto y sostenido de los Juicios de lesa humanidad son
una derrota histórica de los desaparecedores, pero ello no debe ocultar
lo que falta, ni que evite develar las continuidades dentro de la
policía bonaerense de las marcas y conformaciones de la dictadura
militar. Como también que se ha subestimado el poder de los núcleos
remanentes del terrorismo de estado, insertos en el propio Estado o en
sus aledaños.
Sin justicia y mientras continúe la impunidad, el significado
inscripto en la desaparición de López, prolonga y potencia su efecto
sobre el conjunto de la sociedad argentina y nos enfrenta a la peor de
sus consecuencias: naturalizar su ausencia, convivir con otra
desaparición impune.
La impunidad erosiona la confianza de la sociedad en las
instituciones del estado y debilita la democracia. Al no haber sanción
por la desaparición de López, se incumple con la función esencial del
aparato jurídico estatal impactando la estructura subjetiva de la
sociedad. La impunidad no es solo ausencia de castigo penal, moral o
histórico. Es un acto de violencia directa. No es solo un efecto de la
violencia mediado por una omisión, sino un acto en sí de carácter
violento, en tanto acto y como comportamiento. No es solo un dejar hacer
o dejar pasar, sino un acto racional y deliberado que constituye en sí
mismo una violación de los derechos humanos.
Desde la profunda convicción de aportar a la construcción de una
sociedad democrática donde la producción del miedo no sea más un
mecanismo para imponer el control social y torcer la voluntad de caminar
hacia una sociedad más justa, exigimos una vez más a los todos los
poderes del estado tanto provincial como nacional que se arbitren las
medidas necesarias que hagan posible saber qué pasó con Jorge Julio
López y quiénes son los responsables de su desaparición.
En esta nueva conmemoración es imprescindible que el poder político,
en sus múltiples expresiones institucionales y a lo ancho y largo del
país, se pronuncie con contundencia y exprese la voluntad de no
naturalizar su desaparición.
El silencio, si es cómplice, conduce al olvido. Y el olvido, como
acto de impunidad e intento de negar el crimen, a su segura repetición.
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